Desciendes como el cóndor
a cada espejo de la América bella,
cada día mas bella,
con su mansa desnudez de golondrina
y de manzana.
Nos miras desde los espejos,
desde la sangre impenetrable
de tus hijos,
nos miras y habitas
en cada uno de nosotros,
para que por una vez
y para siempre,
nuestra lucha y nuestra muerte
no sea en vano.
Para que
nuestra lucha y nuestra muerte,
no sean en vano,
no sean en vano,
no sean en vano...
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